Como debe ser

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Ya sabéis que noviembre es el mes en que la “Puerta permanece abierta”.
Acaba de volar de mi patio un Mirlo. Son cómicos adorables, y músicos exquisitos, que vienen a comer los restos del pienso que siempre dejo, como “Parada y Fonda”, a los gatos del barrio.

Al verlo elevarse en su negrura, en esta hora final de luz de día, lo enlazaba con la “Puerta de noviembre” y recordaba intensamente a ese -adorado, cada día más- tío carnal, único en mi caso -corta familia-, que ofició de demiurgo en todas mis experiencias de pubertad.
El primer cigarrillo, el primer “Cuba libre”. Las primeras trasnochadas, el primer amanecer. El primer contacto carnal -claro, cómo no-, después de las primeras advertencias: “No me falles, sobrino”.
Todo recuerdo de iniciación está ligado a él; «todo lo que un hombre debe saber para ejercer de hombre», me llegó de él. Conocer el vino, evitar las pendencias, abrazar a un amigo, besar a una mujer.

Fue, el hermano pequeño de mi madre, ese familiar que te quiere, no estando expresamente obligado, sabiendo verte sin extrema exigencia ni tiernos miramientos.
Quizá me observó demasiado “educado», demasiado protegido -demasiado ingenuo, demasiado expuesto- y puso los medios para evitarlo. Compensó tanta misa de domingo con muchas madrugadas de sábado para que el ángel y el demonio tuviesen las mismas oportunidades, como debe ser.

Tal que todos los amados de los dioses, murió joven.

Acerca de Manuel J.

No cambiaría el sueño de una noche de verano por todos los placeres de la heroína.
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